martes, 11 de diciembre de 2012

mi octava maravilla



Dejo pasar el tiempo, los sueños se esfuman por alguna de esas puertas que, tal vez, dejé abierta, por donde se escaparon los deseos y se coló el frío. Me entristece pensar que nunca volveré a ser tan feliz como ahora, que las miradas tal vez pierdan el sentido que tienen, y las caricias y las manos no sean tan suaves, ni las palabras tan sencillas y profundas. Decido cerrar los ojos, y es entonces que aparece él en mi mente. Me sonríe, me hace recordar todo aquello, todos los lugares en los que estuvimos, las tardes de verano tumbados en la hierba, pensando en chorradas, pero que nos hacían sonreír de vez en cuando. Recuerdo mis manos en su pecho, los primeros te quieros al oido, toda las fiestas que recorrimos y la piedra que no consegui meter por el hueco del puente. Las despedida en la estacion, las escapadas de clase para darnos un beso, el tipico dilema con el nombre de Paule y el asco que me tiene Egun. Recuerdo entonces, cada uno de mis progresos, esa mano que siempre agarró fuerte la mía, y me vuelvo pequeñita  a su lado. Despierto de ese silencio  cuando me dices algo bonito al oído, y me doy cuenta de que esa puerta quise dejarla yo misma abierta para que el frío entrase y tener una excusa más por la que poder abrazarte. Porque por muy frias que esten mis manos, siempre intentas calentarlas...







 

un te quiero se te queda pequeño

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